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Toluca, Edomex; 5 de
noviembre de 2024.- En el perredismo mexiquense, son pocos y ni así logran la
unidad. Ayer lunes, la dirigencia del PRD en el estado se reunió y se fracturó
nuevamente. Si entre las élites políticas difícilmente pueden ponerse de
acuerdo, es prácticamente imposible salir a convencer a los electores de votar por
un partido que no alcanza consensos. Los perredistas son muestra del extravío
ideológico, político y social, hoy reducido a un partido político local.
La tribu mayoritaria y
vinculada a Omar Ortega, votó por la ratificación de Norma Luz Lojero Valencia
como responsable de Patrimonio y Recursos Financieros -cercana a Ortega-; y de
la diputada local, Araceli Casasola como representante en el Instituto
Electoral Estatal. La decisión de la dirección estatal perredista pretende dar
cumplimiento a un acuerdo emitido por el IEEM, donde se otorga el registro del
partido político local, y se establece necesario que se “ratifique” ambos
nombramientos. Ahí vino el descontento de otra facción del sol azteca.
A pesar de haber perdido
la votación en la mesa, Agustín Barrera -hoy dirigente del PRD en el Estado-
decidió enviar un escrito propio ante el IEEM en un intento por nombrar a sus
afines en los mismos cargos. Así, pretende imponer a Rafael Rivera López como representante
financiero; y a Agustín Uribe en el cargo de representante en el órgano electoral.
Lo cierto es que tales designaciones incumplen con el acuerdo de “ratificación”
aprobado por el IEEM, y en paralelo, va contracorriente a la votación que
perdió en la dirección estatal.
Es cuestión de semanas,
para que la dirección del PRD vuelva a reunirse y deba votar por una nueva
presidencia, donde evidentemente, Agustín Barrera perderá, otra vez. Para no variar,
el grupo político de Omar Ortega se impondrá como la tribu que toma decisiones
en el perredismo, como ha ocurrido durante los últimos diez años; por cierto,
los de mayor desastre electoral y donde a nivel nacional perdió el registro de
partido político. Mientras eso ocurre, en la discusión pública permea la
división de un partido, cuyo único interés por ahora, es quién maneja los
recursos financieros a los que tienen derecho.
Origen es destino. Al
PRD nunca le ha caracterizado la civilidad política. De la división partidista,
hace diez años surgió Morena, un partido encabezado por el descontento de Andrés
Manuel López Obrador frente a los Chuchos que asumían el control político y una
displicencia frente al régimen panista, y de forma más contundente una postura
hacia la derecha en el Pacto por México que promovió el sexenio peñista.
Por esa misma razón, no
es exagerado pensar que las divisiones en Morena tienen su mayor antecedente en
las tribus perredistas, esas mismas que supuestamente están prohibidas en el
partido en el poder, pero que son parte de su esencia y de su vida interna.
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